El mercado callejero más famoso de Madrid vuelve este domingo, después de ocho meses de paro, debido a las medidas para evitar la propagación de la COVID-19.
Finalmente, tras semanas de conversaciones, las autoridades dieron el sí para que El Rastro vuelva a la calle, con sus míticos puestos.
Mayka Torralbo, portavoz de la asociación ‘El Rastro Punto Es’, habló para Madrid 360 de la importancia de este espacio de intercambio cultural e histórico.
El Rastro comenzó con un grupo de mataderos y curtidores de piel, que se asentaron en las afueras de la ciudad desde el siglo XV.
Doscientos años después, la proliferación de las industrias de cuero, atrajo negocios de curtidos de pieles, fábrica de zapatos, correajes, bastos y monturas; además de otros comercios de ropa y fábricas de productos derivados del sebo.
Pero fue en el siglo XVIII cuando se instalaron vendedores de productos comestibles, tahonas, enseres, herramientas, quincalla e, incluso, objetos robados. Estos nuevos puestos invadían la Plazuela del Rastro y la Ribera de Curtidores.
Más tarde llegaron los chamarileros, las almonedas, los anticuarios, las tiendas de compra-venta de muebles y objetos de valor, prendas y alhajas, y los comercios de libros. Durante esa época, también se organizaron los primeros bazares y galerías.
Y así fue evolucionando hasta ser lo que es hoy, separado del matadero, los domingos se fueron dedicando a la venta de todo tipo de mercancías en puestos desmontables.