Lo específico del romanticismo es la rebeldía ante las convenciones sociales y, según los casos, contra la naturaleza. La actitud rebelde siempre ha acompañado la manera romántica de estar en el mundo. Por ello, no es de extrañar que la obra de un fotógrafo del siglo XX como Karlheinz Weinberger tenga cabida en un lugar como el Museo del Romanticismo.
Las fotografías de Weinberger tienen el halo de insatisfacción ante el mundo que caracteriza a los románticos de ayer, hoy y siempre. Karlheinz Weinberger es uno de esos artistas que excavan en una obsesión. Sus obras se definen como variaciones sobre un mismo tema y aspiran a dar cuenta de cada una de las caras de un poliedro infinito. Nacido en Suiza en 1921, Weinberger falleció en 2006 después de dedicar su trayectoria artística a retratar el inconformismo de la generación suiza de la posguerra. Weinberger refinó su técnica durante su paso por el club de fotografía Bund der Naturfreunde. Nunca se dedicó a su gran pasión, la fotografía de manera profesional; por ello, tuvo que desempeñar diversos trabajos, como vendedor de alfombras y de muebles, así como mozo de almacén en Siemens Albis.
La materia de Weinberger son los jóvenes suizos de los años 50 y 60 que empiezan a descubrir el rock, el cine de James Dean y que coquetean o directamente se sumergen en ambientes alternativos y, en particular, se internan en las bambalinas del mundo gay. Publicó buena parte de sus obras bajo pseudónimo, si bien también colaboró con fotografías más convencionales destinadas a revistas deportivas.
La exposición de Weinberger se enmarca en el ciclo de PhotoEspaña 2017. Puede visitarse en el Museo del Romanticismo, situado en la calle San Mateo, número 13. Los metros más cercanos son Tribunal y Alonso Martínez.